miércoles, 11 de abril de 2007

Hoy vi a un perro morir

Hace sólo una hora tuve la angustiosa experiencia de ver como un pequeño perro color café con leche corría para un lado y otro, subiéndose a un bandejón central mientras trataba de llegar a alguna de las dos veredas. Tres pistas a un lado y dos al otro, el semáforo y un flujo constante y rápido de automóviles impedía a nostros, los peatones, acercarnos a él.
Yo veía que se aproximaba lo peor, los autos súbitamente cambiaban de pista para esquivarlo. Entonces supe que la situación terminaría en un accidente o con el perro atropellado, pues en su desesperación corría de un lado a otro.
Finalmente vi como un auto que venía a gran velocidad lo embestía y milisegundos antes sólo atiné a poner una mueca de dolor y a taparme los oídos. El perro se movió durante unos cuantos segundos quejándose y luego quedó inmovil. Cambió la luz y dos mujeres se acercaron, lo tocaron. Una hizo un gesto indicando que había muerto, lo tomaron de las patas y lo dejaron en el bandejón central. Aún me duele el estómago con toda la escena.
Me quedé pensando en por qué me tapé los oídos y llegué a la conclusión que incluso tan fuertemente como la vista, una impresión sonora puede penetrar emocionalmente. Un grito de dolor es el equivalente opuesto a una melodía hermosa. Tal como los olores, los sonidos se impregnan en la memoria y se conectan con potentes centros emocionales. Creo que más fuerte que ver lo visto fue el sonido que complementó la escena. ¿Cuántas veces al escuchar una canción recordamos personas queridas, lugares pasados? Si una melodía puede llenarte de gozo, alegría o sobrecogimiento, u grito, aullido o lamento puede perturbarte seriamente.
Llegué a mi casa y puse "The Luckiest" de Ben Folds, una triste canción en piano en homenaje a aquel pequeño can. Quiero creer que la mayoría de las 30 personas que presenciamos la escena, deben haberse quedado pensando, valorando a un ser querido o simplemente pensando en lo que para ellos es importante.

2 comentarios:

alicia almendra dijo...

Hola Rodrigo,
debo decirte que contrariamente a la retórica que hubiese esperado de ti, tienes un sentido simple y amigable en la escritura. Pobre can. Bien tu sensibilidad.
Cariños,

Alicia Almendra

Anónimo dijo...

pobre, no sabes cuanto te entiendo,... verás una vez ví a mi canario morir, la diferencia es que a éste se lo comió un tiuque y finalmente nunca encontramos su cabeza, la verdad es que nunca mas pudo cantar...y eso que dicen que el pajaro canta hasta morir.¿?