El día domingo se me vinieron un par de alcachofazos encima y pasé de despertarme apretando los dientes a las 08:45 a acostarme con una sensación de paz y tranquilidad cerca de la 1 de la mañana.
¿Qué pasó? Decidí moverme hacia adelante. Puede sonar algo ridículo y simple, pero la verdad es que muchas veces nuestra mente nos juega extraños juegos y uno sigue funcionando en base a esquemas antiguos que no responden a lo que uno desea para su vida futura.
Tomé un lápiz y un cuaderno y me fijé metas y prioridades. Me pregunté “¿Qué quiero?” “¿Qué necesito?”, “¿Qué debo hacer para dar los próximos pasos?” Las respuestas fueron bastante claras, tomé algunas decisiones en línea con quién soy y qué me hace feliz, decidí dejar de quejarme, hice algunas notas mentales para el día siguiente, puse una película inspiradora y después me dormí.
Desperté como nuevo. Cuando iba camino al trabajo veía de otra forma lo que me rodeaba, caminaba sin prisa, admiraba los colores de la mañana y sentía la sensación de que el presente y el futuro se llenan de oportunidades. Durante el día, planifiqué todas las tareas que debía sacar a toda costa en la semana, fijándome un cronograma diario y empecé a abordarlas sistemáticamente.
Tengo un plan de acción para mi vida y estoy arrojado. Las dudas y las aprensiones ya no son un verdadero obstáculo para hacer lo que quiero. Fue como si el fin de semana hubiera sido una expresión catárquica que me permitió darme cuenta de muchas cosas y luego me invadiera una sensación de seguridad y tranquilidad tremenda.
¿Qué pasó? Decidí moverme hacia adelante. Puede sonar algo ridículo y simple, pero la verdad es que muchas veces nuestra mente nos juega extraños juegos y uno sigue funcionando en base a esquemas antiguos que no responden a lo que uno desea para su vida futura.
Tomé un lápiz y un cuaderno y me fijé metas y prioridades. Me pregunté “¿Qué quiero?” “¿Qué necesito?”, “¿Qué debo hacer para dar los próximos pasos?” Las respuestas fueron bastante claras, tomé algunas decisiones en línea con quién soy y qué me hace feliz, decidí dejar de quejarme, hice algunas notas mentales para el día siguiente, puse una película inspiradora y después me dormí.
Desperté como nuevo. Cuando iba camino al trabajo veía de otra forma lo que me rodeaba, caminaba sin prisa, admiraba los colores de la mañana y sentía la sensación de que el presente y el futuro se llenan de oportunidades. Durante el día, planifiqué todas las tareas que debía sacar a toda costa en la semana, fijándome un cronograma diario y empecé a abordarlas sistemáticamente.
Tengo un plan de acción para mi vida y estoy arrojado. Las dudas y las aprensiones ya no son un verdadero obstáculo para hacer lo que quiero. Fue como si el fin de semana hubiera sido una expresión catárquica que me permitió darme cuenta de muchas cosas y luego me invadiera una sensación de seguridad y tranquilidad tremenda.
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